miércoles, 26 de septiembre de 2012

Los inmigrantes haitianos enfrentan un camino espinoso para llegar a Brasil


Río de Janeiro, 26 sep (EFE).- Los inmigrantes haitianos que desde el terremoto que sacudió su país hace dos años llegan a Brasil en busca de una nueva vida se enfrentan en el camino a mafias, meses de espera en la frontera y muchas dificultades para encontrar empleo. Es el caso del pintor Desulmé Ditzler que explicó a Efe en Río de Janeiro que hace un año y dos meses dejó a su esposa y cuatro hijos en Puerto Príncipe y tuvo que gastar unos 6.000 dólares con intermediarios para conseguir su residencia.

Ditzler siguió el sueño de muchos de compatriotas suyos, de encontrar en la potencia económica de la región un empleo digno que le permitiera una vida mejor para él y su familia.

Su objetivo era escapar de las crónicas penurias de su país, agravadas por el terremoto que el 12 enero de 2010 devastó Puerto Príncipe y otras ciudades dejando cerca de 300.000 muertos así como miles de heridos y de damnificados.

Beneficiado con uno de los visados de trabajo ofrecidos por Brasil, Ditzler intenta sobrevivir vendiendo coloridos cuadros de mujeres campesinas a los turistas que recorren el barrio bohemio de Santa Teresa.

Ditzler es una de las víctimas de los "coyotes" que aprovechan la desesperación de muchas personas que salen de Haití para, haciéndose pasar por agentes de viajes, guías o técnicos de los consulados haitianos, cobrarles grandes cantidades de dinero por el viaje y por los trámites para entrar en Brasil.

Este artista recuerda que su llegada a Manaos, capital del estado de Amazonas, tras cuatro días en barco fue como algo épico: "Recorrimos todo el río, fue lo único bueno del viaje", aseguró.

Desde que el Gobierno brasileño anunció la disposición de acoger a los haitianos miles de ellos se lanzaron a una ruta que parte de Puerto Príncipe o Santo Domingo, en República Dominicana, y les lleva por Panamá, Ecuador y Perú hasta la frontera amazónica brasileña.

En ese recorrido están al acecho las mafias del tráfico de personas, denunciadas el pasado 17 de septiembre por la diputada Perpetua Almeida, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso brasileño, quien dijo que "si es necesario, hasta se debería recurrir a la Interpol" para frenar a esas bandas.

Tomás Duleme Sylvestre es traductor y profesor de idiomas, habla francés, inglés, portugués y español, y su sueño era poder conseguir un buen empleo en Brasil para poder traer a su familia.

Ahora reside de forma legal en Río de Janeiro pero trabaja en el sector de la construcción, con un salario que apenas le sirve para pagar el alquiler e ir recuperando los 4.000 dólares que pagó a una "especie de agencia de viajes" para conseguir su visado.

Duleme, de 35 años, dijo a Efe que pasó tres meses en Brasilea, ciudad en la frontera de Brasil con Perú y Bolivia, antes de conseguir su permiso de trabajo.

Los haitianos que consiguen llegar a Manaos son acogidos por el padre Valdeci Molinari, de la Parroquia de Sao Geraldo, que desde que comenzó la oleada de inmigrantes les ha ofrecido su ayuda de forma incondicional.

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